Suele ocurrir cuando, después de un año de gloria, llega una temporada gris. Pero no tiene excusa. Diego Forlán, autor del primer tanto del Atlético de Madrid ayer, ante el Ath. Bilbao (2-0), rechazó celebrarlo con Valera (autor del pase al delantero) y se encaró a la afición que llenó las gradas del Vicente Calderón y les gritó con gesto desafiante "Y AHORA QUÉ".
El goleador rojiblanco, que se ve eclipsado por el protagonismo de Agüero, lleva meses soportando los pitos desde la grada y ayer explotó. Después del partido, el uruguayo quiso explicar su comportamiento ante los micrófonos de LaSexta: "A veces la gente tiene poca memoria y, obviamente, me molesta un poco. El año pasado fui el Bota de Oro, pero parece que no lo valoran". En este sentido, el técnico rojiblanco quiso quitarle hierro al asunto en la rueda de prensa, justificando que “los termómetros son muy variables en el fútbol”.
Pero lo cierto es que Forlán dista mucho de ser ese pichichi que anotó 32 goles en 33 partidos de liga la pasada temporada. Hoy lleva 13 tantos en 25 partidos jugados, cifras que ratifican la teoría de algunos expertos acerca de que el delantero está en una de esas campañas negras que siempre tuvo allá donde estuviera. Por eso salió de Manchester.
El futbolista vive de sus actos, no de su recuerdo. Es algo que a Forlán también se le olvida muy a menudo cuando arremete contra la afición para la que trabaja. La afición es siempre soberana y para lograr un hueco en su memoria no basta con hacer un año espléndido. La constancia, el tesón y la labor sin descanso dan sus frutos. En el caso del matador del área se materializa en goles.
Salvando las distancias, el mejor ejemplo lo tiene a pocos kilómetros de la ribera del Manzanares. En Chamartín, juegue mal o juegue bien, Raúl ha conseguido el respeto de la afición más exigente del mundo. Que aprenda Diego a respetar la voz de afición.
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