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domingo, 7 de marzo de 2010

El merengue número 12 gana al grito de “Campeones, Campeones”

Victoria digna de campeones. El desquiciado hincha merengue salió del campo con una sonrisa de oreja a oreja, cantando “campeones, campeones” y agitando su bufanda más fuerte que nunca. No es para menos. Su labor en las gradas tuvo recompensa a los 92 minutos de partido. Cuando alguno de ellos ya ‘tiraba la bufanda’. Una victoria en el 108 cumpleaños de sus miles de fieles que les acerca al sueño de rozar con las manos la 32º Liga.
El comenzó del partido no pudo ser peor. Un grupo de radicales ‘UltraSur’ destruyó los segundos de silencio en memoria de las víctimas del terremoto en Chile. Pero frente a esos cientos, otros miles que, cuales padres a sus hijos, mandaron callar sin esperar un segundo

Tras esa mancha en su expediente, los más incondicionales de su equipo llevaron al público de la mano en una serie de cánticos entrecortados por las pitadas al árbitro vasco, Mejuto González. No le pasarían ni una en adelante. El trencilla tuvo sus pifias, pero supo corregir a tiempo. A los 10 minutos, los 77.000 madridistas se llevaron las manos a la cabeza. Gol del Sevilla. Justo cuando más felices estaban. Pero de nuevo, los Ultras despertaron a una grada impermeable del ambiente del estadio de Concha Espina. Siguieron arriba. Pero el jugador número 12 no rascó bola. 0-1 y fin de una primera parte muy distinta a la del campo.

En la segunda, la hinchada se quedó en shock a los 7 minutos. Gol absurdo del Sevilla. Un balón templado al área de Casillas que 80.022 personas se quedaron mirando cómo entraba en la red de Casillas. Respuesta de la grada. Cánticos madridistas, otros desmoralizantes contra el portero del Sevilla, Andrés Palop, y los desplazados sevillistas hasta Madrid. Todo valía para despertar la fuerza de su equipo.

Ese mismo pundonor, que ni Lass, ni Xabi Alonso, ni Higuain supieron despertar en el césped, y que llevaba media hora vivo en la grada, impregnó la camiseta de Guti y Van der Vaart. El Real Madrid despertó y en 10 minutos, dos goles. 2-2, gracias a que la grada nunca desfalleció. El espíritu de Juanito (al que aplaudieron los hinchas en el minuto 4 de partido) el equipo empató y los cimientos del Santiago Bernabéu temblaron. La furia del merengue.
La recompensa a la fiesta de cumpleaños de la grada la puso uno de los revulsivos. Van der Vaart, en el 92, marcó el gol de la victoria en una jugada con muchas ocasiones.

El Bernabéu se venía abajo. Una experiencia única ver cómo los cimientos de un coliseo tan grande parecían derrumbarse por los saltos al unísono de decenas de miles de seguidores. La fiesta siguió por los bares de copas, la calle e incluso el Metro al grito de “campeones, campeones”. Al menos en este encuentro, la hinchada lo fue.

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